Échame una mano

Mi vida no había sido la misma desde el accidente. Y eso debería considerarme afortunado. Cuando el autobús de regreso a Madrid chocó con un camión cargado de varillas metálicas la muerte sorteo varios números y tuve suerte de no sacar ninguno ganador. Lo poco que recuerdo del accidente puedo describirlo como parecido a estar dentro de una picadora de carne. Perdí un brazo, pero afortunadamente los de la ambulancia lograron recuperarlo y conservarlo.

Después de la operación para reimplantarlo los médicos tenían esperanza de que recupera un 60% de la movilidad, les sorprendí porque a los seis meses era capaz hasta de tocar la guitarra. Yo también me sorprendí, nunca había aprendido a tocar la guitarra. Desde entonces sentía que ese brazo era más hábil que antes del accidente. Hasta mi mujer estaba sorprendida y encantada con ciertos trucos en la cama que mi brazo ejercitaba con gran soltura. La verdad que me empecé a preocupar, tenía la extraña sensación de que el brazo hacia cosa que yo no le ordenaba. O más bien que era él quien me sugería hacerlas. Me obsesioné tanto que acabé en la consulta de una psicóloga con un diagnóstico de trastorno de disociación debido a la culpa del superviviente. Ridículo, yo no me sentía culpable de sobrevivir, me sentía atemorizado porque mi brazo empezaba a tomar decisiones sin consultarlas con mi cerebro. La doctora me dio consejos pero ninguno me ayudó. Al final, para evitar que me medicasen, fingí que me había curado de mi "trastorno" y me dejó en paz todo el mundo, menos mi brazo, que seguía allí, pegado a mi codo, conspirando.

Hace una semana encendí un cigarrillo que le robe a un compañero y le di una calada antes de empezar a toser. No he fumado nunca. Lo peor es que para encender el cigarrillo hacen falta las dos manos. Y no solo eso, poco después me sorprendí escribiendo un mail a una persona que no conozco, intenté leerlo pero mis manos lo borraron antes de que pudiera ir más allá de la primera línea:  “Querida Julia, se que te prometí que....”. ¿Quién era Julia? ¿Qué le había prometido yo? O al menos ¿Qué le había prometido mi brazo?

La prueba definitiva que confirma mis sospechas la he tenido esta mañana. La policía me ha mandado un caja con mi alianza de matrimonio. La llevaba puesta en la mano que perdí. Según ellos lo encontraron en un miembro amputado que estaba destrozado. Entonces, ¿de quién es el brazo que me implantaron?.

He intentado cortarlo con un hacha, pero no logro que mi brazo izquierdo le golpee. Ha ganado mucho control sobre mi cuerpo, aun así creo que no puede leer mi mente o eso espero. He trazado un plan, le he dicho a mi mujer que me apetecía preparar una barbacoa para cenar. Para hacer tiempo me he servido una copa de whisky y luego otra, tengo la esperanza de que el alcohol le debilite más a él que a mi o que al menos me dé el valor suficiente para hacer lo que tengo planeado. A la tercera copa he sufrido un descuido y he derramando gran parte del whisky por encima de la manga de mi camisa, estoy seguro de que ha empapado suficiente. Ahora solo queda sufrir un accidente. Creo tener la voluntad suficiente como para aguantarlo suficiente tiempo en el fuego.